Tengo
que confesar que una de las reuniones sociales que menos me animan son los
matrimonios, principalmente porque son eventos rodeados de tantos protocolos, (soy
adverso a la reglas) que la espontaneidad no tiene lugar; sin embargo tengo que
reconocer que uno de esos protocolos son los que mayor diversión me generan…”El
parte de matrimonio”: sobre con dimensiones mayores a las normales, impresas generalmente
por letras de color oro o plata y con un sticker de alguna tienda por
departamento que muy sutilmente te indica dónde comprar el infaltable regalo,
que tendrás que elegir de una interminable lista.
¿Dónde
está la diversión?...en el estrés que genera en la mayoría de las INVITADAS; la
angustia se apodera de manera inmediata por recordar el último vestido utilizado,
una rápida confirmación de la hora de la ceremonia puede generar un momentáneo relajo,
o un incremento de ansiedad, la infaltable revisión del calendario para
calcular la cuenta regresiva, el inicio de las llamadas de coordinación del
círculo de amigas, peluquería, zapatos, accesorios y la impostergable pregunta, con un tono de
poco interés, (que en realidad tiene mucho) ¿qué
vestido llevarás? , terminan por
dibujar una ancha sonrisa en mi rostro.
Pero
esa momentánea diversión se desvanece el día del “magno” evento y más aún si
coincide con una fecha de especial importancia para los INVITADOS, (no entraré
en detalles para evitar el clásico comentario...”hombres”). Es justo en éste punto donde se inician los efectos
adversos de la invitación de dimensiones exageradas.
Y LA ECONOMÍA SE ABRE PASO
PARA BRINDAR SU AYUDA…
Una
vez más, la economía nos tiende su mano amiga y nos ayuda en estas
circunstancias con “La teoría del Pareto-superior”,
lo que nos dice esta teoría, es que la elección entre dos decisiones beneficia a una persona y, fundamentalmente,
no perjudica a nadie.
Si
utilizáramos esta teoría, la elección sería sencilla: las INVITADAS disfrutarán
de todos los arreglos previos a la boda, los INVITADOS de prescindir de la
corbata que acompaña durante toda la semana y quién cursó la invitación,
disfrutará del regalo con tarjeta incluida, así como del fugaz placer que
obtendrá al reconocerte en ese mar de rostros el día de su boda, demostrando de
esa manera que el beneficio general confirma que “todos somos economistas”.