Últimamente me estoy viendo influenciado por mis labores profesionales vinculadas al mercado gastronómico, para explicar lo sencillo que es la economía…en esta oportunidad no pretendo comentar “El misterio del capital” de nuestro marketeado economista Hernando de Soto, (un Gastón Acurio de la economía) para explicar la importancia de los derechos de propiedad; yo prefiero ir por algo más cotidiano.
Esta vez sí afirmaré que todos hemos salido a cenar con amigos y lamentablemente, al menos para mí, siempre hay alguno que sugiere: “¿por qué no pedimos varios platos diferentes y los compartimos?”, minutos después de escuchar esas palabras, mi sonrisa pierde su brillo, mi ingenua cabeza juega conmigo esperando una voz que se oponga, pero a nadie le gusta parecer antisocial y una eventual oposición hasta podría interpretarse como poco “amigable”.
Obviamente el más feliz con el silencio opositor, es el autor intelectual de la propuesta, que disfruta de la comida en pequeñas porciones, tal vez recordando la infancia alimenticia y vulnerando de cabo a rabo el derecho de propiedad.
¿Y DONDE ESTÁ LA ECONOMÍA CUANDO SE LE NECESITA?
Pues la economía siempre está presente y en este caso el premio nobel del año 1991, RONALD COASE nos ayuda con su Teorema de Coase. Éste nos dice que cuando los costos de transacción son bajos o prácticamente inexistentes, y los derechos de propiedad no permitan una solución económica suficiente, ocurrirá una reasignación de estos derechos hacia aquellos que más los valoran.
Como verán el Teorema ligeramente egocentrista, encaja perfectamente ante la propuesta amigable, existe cero costo de transacción, todos pagan todo y cero derecho de propiedad, nadie es dueño de nada (como la canción del cantante con apodo felino).
El feliz resultado que pronostica este Teorema (para los que no estamos dispuestos a sacrificar una cuota de nuestro plato), se da cuando se especifica claramente los derechos de propiedad; no busquemos la negación a la propuesta amigable, insistamos en mantener los derechos de propiedad de nuestros platos legalmente adquiridos y su beneficio inherente, intercambios mutuos pero convenidos.
Entonces cuando alguien quiera compartir platos, mis amigos que me leen estoy seguro ya no lo harán, recordemos nuestro derecho de propiedad o exploremos nuestro lado altruista, pero una vez más convencidos que “todos somos economistas”